martes, 22 de enero de 2013

La Ciudad Dormida

La noche inunda todo con su velo de silencio y misticismo
y el reposo se puede sentir en el viento que corre entre los edificios
las ventanas, ya oscurecidas, no profieren ruidos de televisores ni de carcajadas
y la agitada ciudad por primera vez vive en un relajo absoluto

A lo lejos se oye el maullido de un gato buscando una hembra
más lejos aún se ve el resplandor de la última fiesta ya moribunda
y cuando el semáforo cambia a verde acostumbrado por su rutina
no hay auto alguno que lo secunde e intente atravesar

el crepitar de mi cigarro es lo único que existe
más allá todo parece un óleo azulino de van gogh
y la monstruosa ciudad, que ya no es monstruosa ni es ciudad
se transforma en una gran almohada gigante que cobija a todos sus habitantes

Pero en medio de esa calma estoy yo, yo y mi cigarro
Y su humo me enmierdece la boca recordandome el sabor a smog
y el fuego me recuerda la rabia que esta ciudad me obliga a sentir
No Santiago, no me engañas con tu cara suvizada y amable.

En la misma plaza donde revolotean unos cachorros de quiltro
en el día son los cuchillos y las botellas las que revolotean
y en aquel banco pintado de verde que bien parece un catre con respaldo
durante el día yace un viejo barbudo que siempre me pide dinero

No Santiago, no me engañas con tu cara suvizada y amable
aunque tu vida linda y loca te canse tanto a tí como a mí
y ambos queramos disfrutar de un relajo despues de un dia de verano
se que no eres tú, y que estás ansioso por despertar nuevamente

Pero el cigarro se apaga, y el silencio sigue imperando
y desde mi balcón observatorio me preugnto
¿Cuántos más habrán sentido ese ronrroneo sibilante
de aquel monstruo dormido llamado Santiago?