miércoles, 13 de julio de 2011

Vivo, Sueño, Río y no encuentro.

Me permito un paréntesis en mis escritos para hacerle un homenaje al hermano de mi papá, tomado desaparecido y nunca más visto en el año 1976 (paradójicamente, el mismo día de mi cumpleaños) a los 18 años. Estudiante de filosofía en la Universidad de Chile, y Militante del MIR.

Cuando tenía 16 años de edad, escribió el poema que pongo a continuación. Me gusta su estilo, que aunque es bastante distinto del mío, compartimos el espíritu libertario. Y a quienes callaron su voz y su pluma, ni perdón ni olvido.

Vivo... En el paraíso
de las amarguras,
tratando de amar.

Sueño... Con revoluciones,
con cambios violentos,
buscando ganar.

Río... Frente a los rencores
y a las represiones,
queriendo llorar.

Busco... Con mis pensamientos
y en el firmamento,
Una gran verdad.

Muero... Con mis pensamientos
               En el Paraíso
               En Revoluciones
               Frente a los rencores
tratando de amar.

                       Rodrigo Alejandro Medina Hernández
http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-M/rodrigo_alejandro_medina_hernand.htm

martes, 12 de julio de 2011

La opacidad de la trasparencia

Una vez más, decidió dar la vuelta al vaso para comprobar que por el otro lado estaba iguala de lleno que en este. La miró fijamente, y observó las formas del humo del cigarro ocultar el líquido medianamente traslucido y de color amarillento asemejando a un mar oscuro y desconocido. Poco a poco rotó el vaso, ya pegajoso por los sucesivos derrames de cerveza a lo largo de la noche. La cabeza le pesaba kilos y kilos. Se percató que el nivel estaba exactamente a la misma altura que en el otro lado del vaso. Merecía un brindis para celebrar eso, lástima que ya se encontraba sólo en la barra. Se llevó a los labios el vaso con el líquido y el humo y degustó su sabor amargo y pastoso lentamente, cuidando de no desperdiciar su último vaso. Al dejarlo en la mesa se percató que el nivel había bajado, y se preguntó si al otro lado estaría donde mismo que antes. Tomó los arrugados papeles llenos de manchas que había ido desechando toda la noche uno tras otro y que tanta rabia le habían causado al no poder escribir algo de su agrado. Resolvió, y a su pesar, voltear el vaso una vez más para comprobar que al otro lado estaba igual que en el lado visible. Se percató que la manga del chaleco la tenía absolutamente empapada, la husmeó para reconocer su hedor, y súbitamente alejó la cabeza al reconocer el pútrido olor del líquido que se encontraba en el vaso. Tomó nuevamente el recipiente con la mano derecha y comenzó a girarlo esmeradamente entre sus dedos. Llegó al extremo opuesto del caliz y se percató, que al igual que el lado anterior, había bajado lo consumido en el último sorbo. Era necesario un nuevo trago para celebrar. Sin embargo, al momento de intentar llevar a cabo esta maniobra, y confundida la palma por los sucesivos movimientos de rotación, soltó el vaso que tanto había cuidado durante la noche, el cual al estrellarse con la superficie de la mesa estalló en millones pulverizados trozos de cristal y salpicando su contenido en muchas direcciones. Antes de sopesar que había perdido su preciado tesoro nocturno, ya se había levantado y caminado en dirección a la puerta de salida. Ya habría momento de llorar por el perjuicio.